lunes, noviembre 24, 2008

Editores y Editores

Ismael Martínez Biurrun es uno de esos autores novísimos que empieza en esto de la literatura fantástica. Su primera novela, “Infierno nevado”, salió en el 2005 y hace poco acaba de sacar su nueva obra: “Rojo alma, negro sombra”. Sí en el primer caso la noticia sólo fue conocida por el puñado de aficionados habituales, en el segundo la cosa promete más ya que, sin ir más lejos, ayer mismo fue una de las noticias aparecidas en la sección de cultura de el diario “El Mundo”.
“Infierno nevado” es un peculiar cruce entre novela histórica (una de romanos) y terror lovercraftiano, mientras que “Rojo alma, negro sombra” es (por lo visto en el periódico) una historia de terror contemporánea con grafiteros de por medio.
A priori dos historias de esas que gustan a mucha gente, no únicamente a los frikis como nosotros. Con todo, y a pesar de su cierto éxito, va por la segunda edición, “Infierno nevado” no ha tenido la repercusión que se merece mientras que, aparentemente, “Rojo alma, negro sombra” sí que va a alcanzar cierta proyección mediática, sin ir más lejos su aparición un domingo en un medio de prensa de la tirada de “El mundo”.
¿Y por qué una sí y otra no? Pues por que la primera fue publicada por el Equipo Sirius y la segunda por 451 Editores. O lo que es lo mismo, la diferencia entre una editorial con una forma de actuar de aficionados y una editorial con un concepto más profesional del trabajo.
Por desgracia, el mundo del fantástico fandomita está lleno de editoriales pequeñas con mucha voluntad y entusiasmo pero poca proyección entre el gran público. Con la avalancha diaria de ediciones editar un libro debería ser algo más que colocarlo en las estanterías de una tienda para que sea devorado por la indiferencia de los lectores abrumados por una oferta avasalladora.
Hay que moverse, atraer al público, ganarse, en suma, a los medios de comunicación. La gene no se va a comprar el libro por que tenga una portada chula y una sinopsis atrayente, la gente swe lo comprará por que hay un run run que le dice: “merece la pena”. Y ese run run puede nacer en muchos sitios, del boca oreja, de acuerdo, pero es la excepción que confirma la regla, lo habitual es que sean los medios de comunicación (internet incluida) los que echen a rodar la bola que dará origen al éxito.
Eso la saben bien muchas editoriales pequeñas pero ambiciosas como es el caso de 451 Editores, pero a la que podríamos añadir un buen puñado de nombres como Nórdica, Lengua de Trapo, Los libros del Asteroide, etc, etc. Peso esto es algo que parecen ignorar muchas de las editoriales pequeñas, llamémoslas, fandomitas como Equipo Sirius, AJEC, Berenice, Vórtice y compañía.
Sólo un dato sobre el Equipo Sirius basado en mi experiencia personal, para conseguir algunos de sus libros he tenido que esperar a las correspondientes Ferias del Libro de Madrid donde suelen tener caseta, si no era imposible hacerse con algún ejemplar de su catálogo. Y a veces ni el propio vendedor del stand Sabía de que le estaba preguntando.
Señores hay crisis, hay que espabilar por que si no la guadaña empezará a segar a aquellos que sigan pensando que vender libros es, tan sólo poner un par de ejemplares en las baldas de la FNAC (y a veces no siquiera ahí).

jueves, noviembre 20, 2008

Michael Crichton (1942-2008)


Cuando en su momento organicé la biblioteca de mi casa dudé si colocar a Michael Crichton en las baldas dedicadas a la ciencia ficción. Y, seguramente, está duda habrá acompañado a muchos de los lectores de este autor. Efectivamente, Crichton no suele aparecer citado en muchos textos dedicados a la ciencia ficción. No aparece en la “Enciclopedia Ilustrada” de Clute, ni en “las 100 mejores Novelas” de Pringle, ni en el libro hermano de La Factoría de Ideas. Sólo Barceló le dedica unas líneas en su “Guía de lectura”, pero todos sabemos que Barceló es un poquito especial…
Es raro que en los foros frikis o entre fandomitas de pro se hable de él. En fin es difícil saber si, realmente, era “uno de los nuestros”.
Y, seguramente, el lector medio tampoco tendrá muy claro si Crichton escribía o no ciencia ficción. Con su volumen de ventas, está claro que llegó a un público que no tenía ni pajolera idea de quienes eran Dick, Ballard, Heinlein, Brunner o Benford, por poner algunos ejemplos.
Y, con todo, sí miramos su producción, Crhichton escribió, sobre todo, ciencia ficción: manipulación genética, invasiones de virus alienígenas, electródos aplicados al cerebro de enfermos mentales, viajes en el tiempo, nanotecnología… En fin, un panorama que habría firmado sin rubor cualquier autor tipo de CF.
Claro que Crichton podía escribir sobre temas típicos de la ciencia ficción pero no acababa de hacerlo como un autor de ciencia ficción ¿Por qué? Por que Crichton fue siempre un autor de best-seller. De hecho, fue el autor de best-seller de ciencia ficción por excelencia.
Me explico, existen los géneros literarios y existen los best-seller. Son dos mundos paralelos pero con convergencias escasas. Un autor puede escribir novelas “serias” de espías (como John Le Carre) o de ciencia ficción (poned el nombre que queráis) pero otros escriben best-seller de espías (como Robert Ludlum) y Michael Crichton escribía best-seller de ciencia ficción.
Puede parecer que estoy siendo despectivo con los best-seller ¡Dios me libre! Estaría bueno que los habitantes del ghetto de la cf, siempre despreciados por los lectores de mainstream, nos fuésemos a poner estrechos con los pobrecitos lectores de best-seller. El que no se haya leído alguno que tire la primera piedra. Yo, por lo menos, me he ventilado unos cuantos. Son ideales para la playita en verano, los viajes largos en tren o avión o, sencillamente, para desengrasar de lecturas más complejas.
Por qué, no nos engañemos, los best seller son simplones por definición, entretenidos, pero simplones: personajes planos, pero en gran número para que la cosa sea epatante, ambientación exótica, tramas inverosímiles, casualidades dignas del folletín más folletinesco, amores contrariados… En fin, visto así puede resultar espantable pero cuando está bien hecho (y Crichton lo hacía como Dios) resulta de lo más entretenido.
Crichton, además, fue un tipo listo y supo romper algunas reglas básicas del producto para lograr algo más original y refrescante. Así, por ejemplo, en sus novelas el amor no suele destacar por su abundancia (siempre me pareció un escritor un tanto frío) y trufa sus textos de información científica de complejidad variable (algo, a priorí, prohibido en un tipo de literatura, en principio, destinada al escapismo).
A Crichton el truco le salió lo suficientemente bien como para que sus libros fuesen un éxito y se forrase de mala manera (con la fiel ayuda de Hollywood, todo hay que decirlo).
Algo debe de tener el agua cuando la bendicen y el éxito del norteamericano obedeció a múltiples razones: esas ligeras innovaciones antes mencionadas, su habilidad para lograr libros con ritmo y fáciles de leer, su capacidad de comunicador científico y, especialmente, el que tratase temas que conocía muy bien.
A este respecto, no podemos olvidar que Crichton era médico y que en muchos de sus libros la medicina juega un papel fundamental. Además, parece ser que su carrera se la pagó escribiendo bajo seudónimo novelas de misterio, lo que fue un útil rodaje que se notó cuando se lanzó a la palestra con su nombre auténtico y su supuesta primera novela “La amenaza de Andrómeda”, un superventas que marcó un precedente que siguió el resto de su obra.
Sin embargo, en mi opinión, detrás del triunfo de Crichton hay una razón más oscura y que entronca directamente con nuestros miedos. Chrichton supo como nadie leer en el temor cerval que una buena parte de la sociedad tiene a la ciencia y a los científicos y explotó sin remilgos dicho miedo. Analizada en profundidad, esta idea y su desarrollo no dejan de ser un tanto pueriles y están perfectamente encarnadas en la famosa teoría del caos de “Parque Jurásico” que se puede resumir en una perogrullada del calibre de “sí algo puede salir mal, saldrá mal”. Y que llevada a la vida real invalidaría cualquier avance científico por nimio que fuera. Ridículo, por supuesto, pero efectivo en determinados lectores, especialmente en aquellos que, como la mayor parte de la sociedad occidental, unen un buen nivel de vida con una pánico profundo a perderlo y un desconocimiento enorme sobre el funcionamiento de la ciencia. Una combinación ideal para demostrar que la manipulación genética es peligrosa (“Parque Jurásico”), la nanotecnología terrorífica (“Presa”), la investigación médica digna del doctor Frankenstein (“El hombre Terminal”) y que los viajes en el tiempo no acaban de ir del todo bien (“Rescate en el tiempo”).
En este sentido, quizá sea “Esfera” la obra que mejor refleja la desconfianza de Crichton y sus lectores entregados hacia la ciencia, los científicos y, en suma, el género humano. El prodigioso descubrimiento que aparece en este libro (el más fantasioso de los suyos), una auténtica lámpara de Aladino, es tan mal empleado que, al final, es preferible desprenderse de él para evitar males mayores. Toda una metáfora muy significativa sobre la ciencia y lo que hacemos con ella.
Crichton, por supuesto, no sólo escribió CF, pero muchas de sus otras novelas (best-sellers a fin de cuentas) exploraron otros miedos presentes en la sociedad occidental como el manido “peligro amarillo” (“Sol naciente”) o el temor a las megacorporaciones y sus manejos (“Air frame”), En cualquier caso, sus libros más famosos y conocidos fueron los de temática fantástica aunque, no todos ellos tuvieron el mismo éxito.
Su obra primeriza, como ya he comentado, refleja perfectamente sus conocimientos de medicina y del mundo de la investigación médica. “La amenaza de Andrómeda” es la historia de una enfermedad que viene del espacio exterior (la invasión extraterrestre definitiva) pero, más bien, se centra en los esfuerzos para erradicarla.
“El hombre Terminal”, con la implantación de electródos en el cerebro de un enfermo que le acaban provocando instintos homicidas, es la más pesimista de sus obras y en la que aparece mejor reflejado el mundo de la investigación médica o científica en general. Debo añadir, además, que es, probablemente, el libro suyo que más me gusta.
Después de esta primera fase vino una época un tanto errática en la que Crichton parecía haber perdido el rumbo. “Congo” no deja de ser una re-escritura moderna de “Las minas del rey Salomón” que, me temo, empalidece comparada con el original de Haggard.
“Entre caníbales y vikingos” es una de sus novelas más atípicas, fantasía histórica de espadas y brujería, pretende ser el manuscrito de un viajero árabe en la Escandinavia del siglo X. En el fondo no deja de ser una modernización “científica” del “Beowulf” anglosajón pero, también es una notable y muy divertida novela de aventuras.
“Esfera”, como ya he dicho, es su obra más fantasiosa y desatada y las que posee mayor número de elementos de CF pulp. También es, todo hay que decirlo, una de las menos conseguidas.
Luego vino el boom de “Parque Jurásico” (notable y divertida, a que negarlo), la decepción de su continuación (“El mundo perdido”) y una trayectoria descendente (“Rescate en el tiempo”, “Presa”, etc) y cada vez más decepcionante y escéptica.
Por supuesto la vida de Crihcton fueron más cosas, sus muchos matrimonios, su vida ligada a Hollywood como guionista, director, productor y casi-actor y el éxito a gran escala como sólo puede ser posible en E.E.U.U.
Su muerte me ha sorprendido, era relativamente joven pero el destino puede ser así de injusto. Triunfo pero no longevidad, no hay nada perfecto bajo el sol.
Descansé en paz Michael Crichton, vendió libros como rosquillas y consiguió el título de ser el autor de ciencia ficción (¿o no?) que más dinero ganó con su obra (Hubbard aparte, claro). Pero, en mi caso, será recordado por que me permitió hablar de literatura de ciencia ficción con muchos amigos míos que no leían ciencia ficción. Y, como no, por algunos buenos momentos veraniegos.