martes, octubre 23, 2007

Gottfried Keller (1819-1890)


Es curioso observar como muchas de las grandes luminarias del realismo decimonónico, de vez en cuando, cometieron pecadillos fantásticos que la mayor parte de la crítica parece querer obviar, algo relativamente fácil si recordamos que muchos de ellos se realizaron en forma de cuento. Autores como Galdós, Clarín, Turgueniev, Dickens, Elliot, Balzac o Flaubert cayeron en este “vicio”. Pero todo tiene su explicación. A veces se nos olvida que la formación juvenil de casi todos ellos fue en los años 30-40 del XIX (si no antes) y que en aquellos años el romanticismo y la novela Gótica eran los reyes. Esta generación de escritores fueron los responsables de acabar con esta tendencia artística pero, no es menos cierto, que muchos de ellos, de una forma u otra, le rindieron una forma de homenaje en alguna obra menor (en teoría) claramente fantástica.
En este sentido la figura del suizo Gottfried Keller es paradigmática aunque no exenta de una cierta complejidad. Keller creció y se formó como escritor en los años de apogeo del romanticismo, y siempre tuvo muy presente las figuras de Goethe y Hoffmann. Sus primeras obras las escribió en los años 50 pero no vieron la luz hasta los 70 cuando el realismo vivía su máximo apogeo. Esto explica, en parte, el fracaso de Keller como autor profesional, que no fue reconocido por el público hasta casi su ancianidad, aunque hoy en día se le considera el mejor autor suizo del XIX.
Sus obras más famosas tienen una innegable raigambre romántica, si bien vista desde un filtro realista. Su novela “Enrique el verde”, aunque sin elementos fantásticos, está considerada como la descripción definitiva del artista romántico con todos sus excesos, virtudes y defectos (es significativo que, además, sea una obra semiautobiográfica).
En cambio, el libro que supuso su primer gran éxito de público, “Siete leyendas” es un caso muy especial de obra fantástica. Poco tienen que ver estos cuentos con las leyendas de Bécquer o de otras autores afines del mundo germánico. Nos encontramos ante leyendas cristianas, vidas de santos y mártires plenas de milagros y de la presencia del diablo. No es, como sería de suponer, un libro desdeñable. Al contrario, las historias están llenas de ironía, sentido del humor y aventura pura y dura. Son bastante paganas en esencia y recrean a todo el santoral católico con una visión muy similar a la que actualmente tenemos respecto de la mitología griega. Por poner un ejemplo del espíritu de este libro, en una de las historias una monja abandona su convento para correr aventuras, lo consigue, sin fin ni resuello (y algunas de ellas poca adecuadas para su condición), pero, al final, decide volver a la vida conventual para descubrir que la propia Virgen María ha ocupado su lugar para evitarle problemas con la abadesa. Puede que, en el fondo, sea una historia muy cristiana pero, me temo, bastante alejada de la ortodoxia
Pero, sin duda, la obra maestra de Keller es “Gente de Seldwyla”, un conjunto de diez novelas cortas publicada en dos series. La segunda serie es plenamente realista, pero la primera posee un sano y vital espíritu romántico que, en mi opinión, la convierte en superior y uno de los hitos de la literatura en lengua alemana del XIX. Es una lastima que la única edición disponible para el aficionado (la de Cátedra) sea muy difícil de conseguir y, además, este incompleta (sólo seis de las diez historias, tres de cada serie). Hay una edición completa de 1923 que, paradojicamente, es más fácil de encontrar en el mercado se segunda mano. Yo he leído la de Cátedra y puedo asegurar que los tres relatos de la primera serie son realmente fascinantes. Los dos primeros poseen atisbos de ese romanticismo fantástico que tan buenos autores dio a la literatura alemana en la primera mitad del XIX.
“Romeo y Julieta en la aldea” presenta un destino ominoso y un personaje faústico y amenazador muy conseguido, mientras que “Los tres honrados peineros” es tan divertido y grotesco que escapa totalmente de cualquier intención realista. Pero la joya del libro es “El gatito Espejo” (que también ha aparecido en ocasiones en edición individual), con el permiso de Hoffmann, la mejor narración fantástica en alemán de todo el XIX. Un cuento donde se une lo mejor del realismo (la coherencia, la descripción ajustada a la realidad, el retrato crítico de la sociedad) y del romanticismo (la fantasía desatada, la recreación histórica, el gusto por lo extravagante y sobrenatural). Un relato que todo buen aficionado al fantástico debería de conocer, aunque, me temo, no es algo del todo habitual.
De la segunda serie aún hay alguna historia humorística cercana al espíritu de los primeros relatos (como aquella en que un vulgar sastre es confundido con un noble polaco en el exilio), pero el resto es bastante más soso, más costumbrista, con críticas acerbas a la poítica y religiosidad de la Suiza de la segunda mitad del XIX.
Keller aún escribiría más libros (de los cuales sólo hay otro traducido al español “Historias de Zürich”) pero, a juzgar por lo que cuentan sus estudiosos, ya plenamente realistas. Una pena que este suizo no hubiera vivido en otra época por que podría haber sido tan grande como Hoffmann e, incluso, Poe. Aún así alegrémonos de que, al menos, las aventuras de Espejo estén disponibles para nuestro disfrute y deleite.

2 Comments:

Blogger Unknown said...

Muchas gracias por la info. Andava surcando internet en busca de información pues estoy leyendo "Peter Camenzind" de Hermann Hesse y se coló por entre las líneas el nombre de Keller así que he estado indagando para ver quién es este autor que merece la mención de Hesse pasando a la posteridad... Y gracias a tu artículo he logrado salir de parte de mi ignorancia. Gracias pues por alumbrar el camino del saber. Además tiene mucho mérito pues me han entrado ganas de leerle...
Pásate por nuestra web: www.culturaencadena.com
Viva el poder (ser) friki!

mar dic 29, 05:49:00 a. m. 2009  
Blogger Unknown said...

Gracias por la información. Me he encontrado con el nombre de Keler mirando el comic " Rey Carbón " de Máx, y no tenía ni idea de quién era, ni de su obra. Picarte,fijo.

dom jun 16, 08:47:00 p. m. 2019  

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