sábado, diciembre 23, 2006

Un Experimento Pedagógico (2): "Historia de una Gaviota y del Gato que le Enseñó a Volar" de Luis Sepúlveda

No nos engañemos con el subtítulo, aunque “Historia de una Gaviota y del Gato que le Enseñó a Volar” puede ser una novela para jóvenes de 8 a 88 años es, básicamente, un cuento infantil/juvenil, apto para todos los públicos pero que sólo podrá ser disfrutado plenamente por aquellos adultos que aún sean capaces de retrotraerse a los diez años.
La historia es un cuento de hadas, subgénero animales parlantes, de los de toda la vida pero modernizado. Una gaviota cae en una mancha de petróleo y antes de morir consigue poner un huevo, mientras agoniza arranca a un gato (el único testigo de su muerte) la promesa de que cuidará de su polluelo y le enseñará a volar. Obviamente, el gato tiene bastante difícil cumplir su misión pero, como era de imaginar, lo acaba consiguiendo con un poco de ayuda que conviene no desvelar para no destripar el final del libro.
Sepúlveda es un narrador que no se anda con complicaciones a la hora de contar su relato, sabe muy bien lo que quiere decir y hacer y elige el camino más corto, ya sea por convicción propia o por el público al que va destinado, por tanto su lenguaje y técnicas literarias son de lo más sencillo pero también muy efectivas. Hay una descripción muy lograda del puerto de Hamburgo (ciudad en la que vivió el autor) desde el punto de vista animal, un lugar mágico y maravilloso donde los gatos son los amos en eterna lucha con las ratas y con un estricto código ético de comportamiento. También hay momentos de emoción (la entrevista entre el gato protagonista y el rey de las ratas), humor (¿Cómo le explicas a una gaviota criada por una pandilla gatuna que no es un gato?), camaradería (el gato necesita la ayuda de un buen número de congéneres suyos para educar a la gaviota) y sensibilidad (en especial al final).
En el debe hay que señalar que la moralina final del cuento, el mensaje, es demasiado evidente y palmario. No aparece forzado pero quizás sea demasiado poco sutil para un lector adulto que espera mayores complejidades de los libros que lee. Ahora bien, la crítica a la destrucción medioambiental del planeta y la idea de que a pesar de las diferencias un gato puede criar y enseñar a volar a una gaviota (una bella metáfora sobre la posibilidad de comprensión del otro) son mensajes lo suficientemente positivos y necesarios como para que se pueda aceptar, aunque no guste del todo, que Sepúlveda se los muestre de una forma tan explícita a su joven público.
Con todo lo dicho, y a pesar de su brevedad (se lee en un par de horas), el libro ha sido un éxito claro, mi ejemplar (algo antiguo) indicaba la edición trigésimo segunda y haber quien es el guapo que vende tanto hoy en día.
Entre los chavales los resultados han sido dispares, se han quejado (con algo de razón) de que el libro era demasiado infantil, si bien los más habituados a leer lo han disfrutado plenamente, así que suena a excusa de mal estudiante. A grandes rasgos, un tercio ha pasado de leérselo, otro tercio se ha mostrado indiferente o negativo y el tercio restante ha reconocido que el libro les ha gustado. Destacan algunos éxitos individuales, como la de alguien que lloró al final de la lectura (¡Ah, la sensibilidad femenina!) o la del típico adolescente que no había leído nada en su vida y que, con gran asombro de su familia, no dejaba la novela ni a sol ni a sombra. Datos como estos pueden empujar al optimismo pero no olvidemos que era un libro muy cortito y, realmente, para lectores más jóvenes.
En fin, veamos que va a pasar con el más largo y más adulto (aunque no mucho) “La Ciudad de las Bestias” de Isabel Allende, para Marzo hablamos.