miércoles, noviembre 29, 2006

Una Tendencia en Alza

De un tiempo a esta parte se viene hablando de una tendencia de lo más interesante en esto de la literatura fantástica: la irrupción de escritores mainstream que se animan a escribir obras de género (incluida la ciencia ficción). En fechas recientes gente como Casariego, Houellebecq, Ishiguro, Roth, Cunningham o Mitchell han escrito con más o menos fortuna libros de estas características y, en muchas ocasiones, han conseguido obras realmente buenas y muy por encima de las de los autores del ghetto.
Y esto viene a colación por que dicha tendencia sigue en alza y va camino de convertirse en algo habitual. Sin ir más lejos dos de los grandes premios del año han recaido en "Kafka en la orilla" de Murakami y "Lunar Park" de Breat Easton Ellis. Tampoco podemos olvidar la publicación en nuestro país de otro libro de David Mitchell, "El Atlas de las Nubes", uno de los triunfadaroes del 2005. Más significativo aún es que uno de los autores estadounidenses de culto, Cormac McCarthy, halla escrito "The Road", su última novela, (que me imagino que se acabará publicando aquí)y que esta sea claramente de ciencia fición: un post-apocalipsis que nos muestra unos E.E.U.U. devastados y que está teniendo un gran éxito de crítica y público.
En fin, que, como siempre, habrá que esperar a leerse los libros para juzgar sus resultados pero la cosa pinta de lo más interesante. Da la sensación de que las famosas murallas del gheto se han roto del todo, lo que pasa es que en vez de ser el ghetto el que sale afuera son los de afuera los que entran dentro, cogen lo que les interesa y vuelven a salir.
A partir de ahora, por tanto, se adivinan dos tipos de libros: unos de gran calidad escritos por autores de prestigio de fuera que gustaran más o menos, estarán mejor o peor escritos pero serán los que tengan auténtica resonancia entre el público y los medios y otros escritos por el ghetto por y para el ghetto que tendrán únicamente éxito entre el grupo de frikis habituales (con la consiguiente reducción de ventas).
Lo triste de este asunto (que en el fondo no es tan nuevo y que se lleva repitiendo desde hace más de un siglo) es que los potenciales lectores que puedan saborear ambos mundos van a ser escasos, el prejuicio es el mal de nuestros días y campa a sus anchas. Los sesudos lectores de cosas serias huiran de las portadas chillonas de amazonas en cueros y naves espaciales y los frikis de turno ni se acercaran a los librotes aburridos y sosos de las editoriales "serias".
Una pena pero así son las cosas y hacia eso vamos, en mi modesta opinión, por supuesto.

jueves, noviembre 23, 2006

"La Araña Negra" de Jeremias Gotthelf


Recuerdo muy bien una de las veces que estuve en Francia como un autóctono se enfadaba al descubrir que todo nuestro grupo de españoles desconocía totalmente su idioma y únicamente hablábamos (mal, por supuesto) la lengua de la pérfida Albión y como el francés mascullaba algo así como “Es la dictadura del inglés”.
Chovinismos aparte, el hombre tenía más razón que un santo. Sea por que actualmente E.E.U.U. es la que manda, sea por que posee un elenco de grandes escritores incontestables o sea por la propaganda de determinados escritores de nuestra lengua (Borges o Madariaga), leemos mucho más en inglés que en cualquier otro idioma. El número de obras traducidas de autores en esta lengua es brutalmente superior al de escritores franceses, alemanes, rusos o italianos. Si hablamos ya de nacionalidades minoritarias (escandinavos, belgas, suizos, holandeses, etc) apaga y vámonos.
Pero si nos centramos en el campo de la literatura de género la cosa roza el escándalo. Excepto casos contados (y Bibliopolis es la principal culpable de la mayoría de estos casos) casi todo lo que se publica de terror, cf o fantasía en España proviene del mundo anglosajón.
Y, lo que es igualmente triste, en cuanto a obras clásicas más de lo mismo. Si es posible encontrar hasta la obra menor del más menor de los escritores ingleses del XIX que cultivaron el terror (el género de moda en aquellos años) conseguir algo parecido en otras nacionalidades es mucho más difícil.
Y si no, veamos el caso de este libro. Si preguntamos a un lector medianamente culto sobre la literatura suiza del XIX con mucha suerte hablará de Gottfried Keller o de Conrad Ferdinand Meyer. Prácticamente los únicos autores traducidos de ese país y ese siglo (y tampoco en exceso, media docena de libros entre los dos y tirando por lo alto). Si, además, preguntamos por Jeremias Gotthelf la mayoría de la gente no sabrá de quien le estamos hablando. Y es lógico, sólo existe un libro de este escritor en nuestro idioma y ha habido que esperar hasta 2002 para que esto ocurriese. Da lo mismo que Gotthelf esté considerado uno de los grandes autores en lengua alemana del realismo y da lo mismo que “La Araña Negra” (1842) esté considerada una de las mejores novelas cortas de terror del XIX. Ni editoriales, ni público (repartamos culpas) parecen opinar que estas sean razones suficientes que justifiquen un mayor conocimiento de su obra.
Y es una pena, por que leído el libro, sólo puedo decir: que bien escribe este suizo de las narices y que corta se me ha hecho la historia.
Jeremias Gotthelf es el seudónimo del pastor protestante Albert Bitzius y “La Araña Negra” es sólo una de las novelas cortas que aparecían en su libro “Bilder und Sagen aus der Schweiz” (“Cuadros y Leyendas de Suiza”). Gotthelf, como buen religioso, tenía la obsesión de echarle la bronca a sus convecinos por olvidar el significado real de la mayoría de las ceremonias religiosas que se habían convertido en su época en meros pretextos para fiestas y comilonas (si ve como está el tema ahora le da un pasmo). Por tanto, el libro se abre con la descripción (minuciosa y casi antropológica, no en vano estamos ante un escritor realista) de un bautizo y su celebración en un pueblecito suizo a mediados del XIX. Como era de esperar, uno de los protagonistas de la novela pasa a relatar una antigua leyenda que sirve para que sus vecinos abran los ojos ante sus error y sean conscientes del valor que la religión tiene en sus vidas.
Hasta aquí, un argumento que a más de uno puede echar para atrás y que suena más carca y aburrido que unas convivencias con un grupo del Opus. Sin embargo, Dios escribe recto con renglones torcidos. Por que Gotthelf, a pesar de los pesares, es un estupendo narrador y la historia que nos cuenta posee una fuerza tal que muy pronto olvidamos el marco piadoso donde está inscrita y nos dejamos llevar por el goce de la lectura y el placer morboso del miedo.
Como no podía ser menos para un autor realista, lo fantástico tiene que tener lugar en la Edad Media. Y nos encontramos con el pacto fáustico de toda al vida. Un grupo de campesinos se ve incapaz de cumplir con las exigencias feudales de su señor (un antipático caballero teutónico) y el simpático demonio de turno se ofrece a ayudarles a cambio de un niño sin bautizar. Los campesinos parecen reacios a aceptar pero, al final, espoleados por una mujer de fuerte carácter, Christine, aceptan. Claro, que, luego, intentan ser más listos que el propio diablo y, para evitar cumplir su parte del trato, bautizan nada más nacer y de forma apresurada a todo recién nacido.
Cuando el demonio ve frustradas sus intenciones, Christine empieza a desarrollar una horrible y dolorosa mancha negra con forma de araña en su cara. Cada vez que un niño escapa de las garras del diablo, la mancha provoca algún tipo de desgracia, primero unas plaga de arañas minúsculas que acaban con el ganado y, finalmente, la metamorfosis de Christine en una araña gigante que asola esta comunidad rural. Por supuesto, hay un final feliz pero el bien no triunfa sino mediante el sacrificio y, aunque uno es más bien ateo no puedo dejar de sentir que, en el fondo y desde un punto de vista más ético que moral, Gotthelf acierta plenamente en su imaginativa alegoría.
Por que, efectivamente, en esta clave ha sido interpretado el libro, siendo la araña negra vista como una representación del mal, de la culpabilidad colectiva ante el pecado o, más prosaicamente, de la peste negra de 1348 (la época, más o menos, en que está ambientada la historia).
Pero, teorías aparte, este es un libro que cualquiera puede disfrutar sin mayores contemplaciones y donde el “mensaje” es fácil de obviar. El suizo es muy hábil a la hora de caracterizar personajes, el irascible y amoral caballero teutónico, el combativo cura local dispuesto a luchar con el demonio en un cuerpo a cuerpo que ríete de Jackie Chan, Christine, la mujer fuerte capaz de imponer su voluntad a toda una comunidad, el demonio tan sutil como letal y la gran masa de campesinos con sus deseos, miedos y egoísmos (Gotthelf es especialmente bueno a la hora de describir las flaquezas humanas).
Pero, al mismo tiempo, su imaginación no tiene parangón. La escena en la que Christine lucha con el sacerdote en medio de una tormenta en plenos Alpes y acaba transformándose en araña posee una fuerza sólo al alcance de unos pocos. El fin de la araña y su resurrección un par de siglos después son también momentos altamente conseguidos.
Thomas Mann consideraba este libro uno de los mejores escritos en alemán y aparece en muchas listas tipo “las mejores novelas de terror”, es cierto que a Gotthelf se le ve mucho el plumero en su moralina religiosa y en su crítica anticatólicas, así como en un declarado afán didáctico pero no es menos cierto que estas partes son fáciles de obviar y que, en esencia, “La Araña Negra” es una gran novela corta de terror que merece ser recuperada por todo aficionado a este género.

miércoles, noviembre 22, 2006

"La Bruja del Ámbar" de Johan Wilhelm Meinhold


Habría mucho que hablar sobre ese gran número de escritores desconocidos que la historia se ha tragado. Autores que en su momento fueron famosos y apreciados pero que, por las razones que sean, hoy en día nadie, salvo el experto o el friki, recuerda ni, lo peor, lee.
En cierta forma es lógico. Hay tan poca vida y tanto que leer que la criba es inevitable. Pero, de vez, en cuando surgen iniciativas editoriales que deciden resucitar a estos desconocidos. Y, afortunadamente, estas resurrecciones son, en ocasiones, más que necesarias.
Tomemos el caso del alemán Johann Wihelm Meinhold. Casi nadie se acordará de él. En tiempos fue una celebridad, un precursor de la novela histórica (él la llamaba “narraciones de crónica”) que gozó de fama y prestigio y no sólo en su país. A su muerte, el olvido.
Por suerte existen editoriales como Valdemar que se atreven a llamar a la vida a ilustres desaparecidos como Meinhold y gracias a esto podemos leer un libro tan perfecto como “La Bruja del Ámbar” (1842).
Una novela que sirve a la vez como relato histórico, cuento de terror y aventura policíaca (una indefinición que ha llevado a que se publique en una colección de novela histórica pero da lo mismo, podría haber cuadrado en cualquier sitio). Un libro que se escribió sin más pretensión que la de toda buena obra de género: narrar algo, entretener y hacerlo de una forma digna. Y una fórmula que, como es el caso, cuando está bien hecha consigue auténticas joyas.
“La Bruja del Ámbar” cuenta la historia de Abraham Schweidler, pastor protestante de un pequeño pueblo de Pomerania durante la Guerra de los 30 Años, y de su hija Mary. Como he comentado es en parte una estupenda novela histórica ambientada en un periodo tan terrible que parece que escritores y cineastas han decidido piadosamente olvidar. A este respecto, los capítulos iniciales el libro recrean de una manera sobrecogedora el horror de la guerra y como esta se abate sobre poblaciones civiles indefensas. El hambre, consecuencia inevitable de la guerra, es otro de los demonios que pueblan este libro e, igualmente, es descrito con una fuerza impresionante.
Pero también es una novela de terror de lo más efectiva ya que el pequeño pueblo de Coserow está siendo asolado por una bruja que mata al ganado y ayuda al diablo a poseer el cuerpo y el alma de inocentes niños.
Por supuesto, Mary Schweidler es acusada de este crimen y aquí entramos en el terreno de la novela de misterio y de juicios. ¿Es Mary inocente? ¿Y si no es ella la bruja, quién entonces? El suspense llega a ser de lo más intenso y el final, aunque obligadamente feliz, no deja de recibirse con auténtica alegría por parte del lector entregado a la habilidad de Meinhold.
Hay mucho bueno que comentar aquí. Por ejemplo, el magnífico uso por parte del alemán del lenguaje que consigue dar a la novela una pátina de autenticidad tremendamente efectiva. La historia está narrada en primera persona por Abraham Schweidler y se recrea perfectamente la forma de hablar de un párroco culto de la época: grave, profunda y salpicada de latinismos.
También está muy bien conseguida la ambientación, el proceso en sí es de un realismo estremecedor y raya la crónica periodística.
En cuanto al terror hay escenas impresionantes: la posesión diabólica de la niña parece sacada de “El Exorcista” y la muerte de la bruja es realmente impresionante y un punto repugnante.
Aunque, personalmente, lo que más aprecio del libro es su ambigüedad. Ambigüedad a dos bandas: todo lo que pasa podría ser explicado de una forma racional y nunca nos queda del todo claro si estamos ante verdadera brujería o ante un caso de histeria colectiva (Abraham Schwidler cree que si, Rüdiger von Nienkerken, en cambio, opina lo contrario). Pero la ambigüedad también alcanza a Mary. Evidentemente, como protagonista principal de la historia, uno tiende a considerarla inocente pero Meinhold sabe sembrar bien la duda y no sólo entre el tribunal de justicia. De hecho, y aunque al final del libro las cosas quedan claras, sería muy posible re-escribir la historia variándola muy poco y haciendo que la hija de Abraham sea la verdadera bruja.
Aunque Meinhold escribió el libro como un mera obra de entretenimiento no es menos cierto que también supo introducir en ella cuestiones más profundas que le atormentaron durante toda su vida. De hecho, nuestro autor vivió gran parte de su vida como pastor protestante pero unos pocos años antes de morir se convirtió al catolicismo. Parte de sus dudas religiosas y sus críticas hacia el protestantismo aparecen reflejadas en la novela y, especialmente, en la confrontación entre Abraham Schweidler, un sacerdote que jamás duda de su fe, y el noble Rüdiger von Nienkerken, que encarna el espíritu ilustrado y científico que empezaba a asomar tímidamente, y que es bastante escéptico en cuanto a creer en brujas y demonios. En este sentido es ejemplar un momento del libro en que Rüdiger da públicamente una explicación racional a uno de los supuestos encantamientos y Abraham le hace callar con esta afirmación: “puesto que si la gente ya no temía al Diablo, tampoco temerían a Dios nuestro Señor”.
Obviamente hay también algunas cosas que al lector de hoy no le convencerán tanto. El culpable real de la historia se adivina prácticamente en la primera página (el suspense aquí no es tanto saber quien es la bruja como, más bien, si Mary va a ser o no declarada culpable). La trama de amor es demasiado cursi y ñoña para los gustos actuales. Mary resulta demasiado buena y perfecta para ser creíble (en cambio la caracterización de su padre y su dolor y flaquezas ante las amenazas que sufre su hija esta bordada). Y el final es demasiado forzado y folletinesco para resultar real, lo que contrasta gravemente con otros aspectos del libro que, como dije, parecen haber sido sacados de una crónica periodística. Con todo, el balance final es de lo más positivo. “La Bruja del Ámbar” es una de las mejores novelas de terror del XIX.
En fin, es un libro corto, se lee en un suspiro, a Lovercraft le gustaba y Valdemar se ha encargado de editarlo ¿No son suficientes razones para ir a por él?

martes, noviembre 21, 2006

Un Experimento Pedagógico

Hace unos meses publique una entrada en la que comentaba, desolado, lo poco que lee la juventud actual basándome en mi experiencia como profesor de secundaria.
Bueno, hace poco, en el blog de Nacho se montó un animado debate (ciento y pico mensajes, ¡Qué envidia!) en el que alguien comentaba que según las estadísticas la lectura está, tímidamente, remontando en el tramo de la adolescencia.
Personalmente sigo escéptico al respecto pero da la casualidad que una persona muy cercana a mí está trabajando en el instituo más cercano al mío y, por lo que me comenta, las cosas son muy diferentes de un centro a otro. Allí si que los chavales leen, no muchos pero bastantes más que donde trabajo. Parece mentira pero apenas 20 Km. pueden marcar una diferencia sustancial.
Por otro lado, reconozco que tampoco soy el profesor con mayor experiencia para hablar de este tema. Me explico, mi asignatura es Geografía e Historia y, aunque a veces mando algún libro, reconozco que no estoy en la primera línea de fuego en cuanto a la animación a la lectura. Eso queda en manos de mis compañeros de Lengua y Literatura (que si yo lo paso mal con el tema no me quiero imaginar ellos).
Bueno, como iba diciendo, resulta que esa persona cercana, por una serie de cuestiones que no viene a cuento, ha tenido que mandar tres lecturas este año como obligatorias (política del centro), una por evaluación.
Las dos primeras (la tercera aún está por determinar) son: "Historia de una Gaviota y del Gato que la Enseñó a Volar" de Sepulveda y "La Ciudad de las Bestias" de Allende (curioso, dos autores chilenos).
Ha sido una agradable sorpresa descubrir que las dos lecturas son de literatura fantástica, desconozco si es algo intencionado o no pero siempre he pensado que ese tipo de libros son los que pueden llegar a hacer que un adolescente se anime por eso del leer mucho más que la mayoría de las obras realistas.
En fin, que voy a seguir el experimento con interés e incluso a leerme los libros ya os iré contando como va la experiencia.
¡Ah! Los chavales son de 3º de la E.S.O. (1º de B.U.P. para los carcas), o sea, 14 años.

miércoles, noviembre 15, 2006

"La Historia de la Hermosa Ondina" de Eduard Mörike


Cuando un estilo artístico pierde su fuerza inicial puede que, en algún momento, de forma aislada, algún autor sea capaz de revivirlo con el mismo brío e ímpetu que antaño pero, en general, las obras postreras sólo serán una pálida y poco agraciada sombra de los logros del inicio.
Eduard Mörike y su “Historia de la Hermosa Ondina” es un ejemplo perfecto. De Mörike hay poquísimo editado en español. Este librito y su “Viaje de Mozart a Praga” (que algunos consideran la mejor novela corta de la literatura alemana), el resto es territorio desconocido para los hispanoleyentes.
Mörike fue un romántico de primera fila, de la escuela suaba (la misma que Hauff) y un poco posterior a Hoffmann (apenas 10 años). Su única mala suerte fue el tener una vida longeva, si hubiera muerto o dejado de escribir en los años 30, como tantos otros, su nombre, probablemente, sería más recordado. Es difícil hacer una apreciación de su obra, más que nada por la falta de obra traducida, pero me parece significativo que este cuento se escribiese en 1853, cuando el romanticismo se había convertido en Biedermeier, o sea, había sido domesticado por la burguesía triunfante.
Frente a la perfección y fascinación del Barón de la Motte Fouque ante el mismo tema, el acercamiento de Mörike causa un cierto sonrojo. Y no es que la historia de esta ondina no tuviese su atractivo. Una ondina tan triste que sólo daba a luz hijos muertos, de ahí que su marido la destierre a una lejana laguna y sólo le conceda la reconciliación el día que haya reído cinco veces. Por supuesto, la ondina lo consigue, especialmente gracias al contacto con una familia humana cuyas costumbres, tan alejadas de lo féerico, le producen una gran hilaridad.
Donde Fouque lograba misterio y reverencia, maldición ominosa y ambiente sobrecogedor, Mörike únicamente consigue un costumbrismo tan aburrido como simplón y más cercano al humorismo que a la alta fantasía. Fouque buscaba admirarnos con misterios preternaturales, Mörike tan sólo divertirnos. En fin, 40 años son suficiente justificación como para mostrar de que manera el fresco y pujante romanticismo fantástico alemán se ha fosilizado hasta convertirse en caricatura de si mismo.
Por supuesto, aún habrá algún escritor capaz de remedar con acierto lo conseguido por los viejos maestros. Ahí está Theodor Storm y su “El Caballero del Corcel Blanco” pero es la excepción más que la regla, la fantasía necesita nuevos derroteros por donde seguir su camino.
Probablemente estoy siendo injusto con Mörike, un autor que en Alemania posee gran renombre pero no es menos cierto que la política editorial española no ayuda a conocerle mejor. Por ejemplo, esta libro es sólo el fragmento de una obra mayor y más compleja (“Das Stuttgarter Hutzelmännlein”) donde aparecen otras historias relacionadas con las desventuras de la hermosa ondina pero la miel se nos queda en los labios y lo mismo ocurre con su rica producción de relatos. Con lo sencillo que hubiera sido hacer una antología de cuentos o publicar la obra original, pues nada, los de Mondadori prefirieron sacar un ridículo librito de menos de 100 páginas de las que más de 30 se van en notas, bibliografía e introducción. Un despropósito y una tontería, el libro cuenta con las ilustraciones originales de Moritz von Schwind y en ningún lugar se menciona. En fin, que, en algunas cosas la chapuza nacional continúa.

martes, noviembre 14, 2006

"Cuentos 1 y 2" de E. T. A. Hoffmann


Una oportunidad perdida. Este sería un adecuado subtítulo para esta entrada. Y es que, la verdad, esperaba mucho más de Alianza Editorial a la hora de editar los cuentos de E. T. A. Hoffmann. Me explico, Hoffmann es, probablemente, el escritor más importantes del XIX alemán (dejemos a Goethe al margen por aquello de cabalgar entre ambos siglos) y, para mayor interés en nuestro caso de frikis irredentos, es un escritor fantástico. Sin complejos ni tapujos, le va la marcha al respecto. Y, además, es uno de los autores cuya influencia ha sido más poderosa a lo largo del tiempo llegando incluso a anticipar muchos de los presupuestos de la escuela psicoanalítica de Freud. Vamos, por poner un ejemplo, es alguien a la misma altura que Poe, ni más ni menos.
Y, encima, es un artista cuya obra sobre todo descansa en el cuento y la novela corta. Cierto, tiene alguna novela como “Opiniones del Gato Murr” o “Los Elixires del Diablo” pero, en mi modesta opinión, donde se nota con más fuerza su maestría es en la distancia corta, ahí es letal, maravillosamente letal.
Básicamente, la obra corta de Hoffmann se publicó en vida en tres volúmenes: “Fantasías a la Manera de Callot”, “Los Hermanos de San Serapión” y “Nocturnos”. Estos libros fueron publicados en los 80 por la editorial Anaya en una de sus colecciones de literatura infantil (¿?). Hoy en día están agotados, son difíciles de encontrar y, me temo, serán muy caros. En los tres casos se sigue una estructura de cuento dentro del cuento a la manera de Chaucer o Bocaccio. Por supuesto, ahí no acaba todo, Hoffmann publicó otros muchos cuentos (“El Puchero de Oro”, “Datura Fastuosa”) de forma independiente. En fin, en los últimos 20 años han proliferado muchas antologías de Hoffmann que oscilan entre el par y las docena de relatos. En total se acercan a las 25 pero, y ahí está lo grave, ninguna de ellas recoge ni los volúmenes originales de cuentos ni una edición completa de estos.
Así pues, si queremos degustar la obra del alemán, nos encontramos ante una misión imposible. Deberíamos conseguir acceder a los muy buscados tomos de Anaya y, además, comprar muchas de las antologías por aquello de que tengan algún cuento aislado que falte. Para volverse locos.
Claro, al final uno tira por el camino más fácil y recurre o bien a esta edición en dos tomos de Alianza o a la de un solo tomo de Valdemar, colección Gótica (“El Hombre de Arena”), en ambos casos los números son muy similares: 13 cuentos, teóricamente los mejores. Y en ambos casos el resultado es el mismo: insatisfacción total y absoluta.
Como decía antes, uno esperaba algo más de Alianza cuya edición de los cuentos completos de Poe es modélica. Personalmente esperaba un esfuerzo similar en el caso del autor alemán pero, obviamente, no ha sido así. Y lo mismo se podría decir para Valdemar, que ha demostrado un gran valor a la hora de redescubrir a un gran número de autores clásicos que iban camino del olvido pero que en este caso ha pecado de timorata.
La única solución factible es que Anaya reedite los tomos de los años 80 (¿Por qué no en la colección “Tus Libros”?) o que cualquiera de las tres editoriales antes mencionadas (o Siruela que juega en la misma división) se atreviesen con los cuentos completos. Mientras sueño despierto no me ha quedado más remedio que contentarme con la edición de Alianza y seguir suspirandocon títulos como “El Puchero de Oro”, “Cascanueces y ell Rey de los Ratones”, “El Mayorazgo”, “Las Minas de Falum”, “La Señorita Scuderi”, “Signor Formica”, “El Niño Extraño”, “La Princesa Pirlipat”, “El Tonelero de Nuremberg”, etc.
La edición de Alianza incluye los siguientes relatos. Tomo 1: “El Magnetizador”. Hoffmann siempre sintió fascinación por los experimentos de hipnotismo de su época, en este estupendo relato se nos narra la ruina de una familia debido a los manejos de un malvado magnetizador capaz de dominar la voluntad de cualquiera. Aparte de que impresiona aún que el “malo” se salga con la suya, el cuento puede ser visto como una premonición de los actuales lavados de cerebros llevados a cabo por sectas, grupos políticos, etc.
“El Hombre de la Arena”. El más célebre ciento de Hoffmann y con razón. Roza la perfección. Poco puedo añadir pero destacaría lo que han dicho los críticos durante el último siglo: una perfecta recreación de la locura, incluida sus causas “freudianas” y un potente, y primerizo, cuento de robots.
“La Iglesia de los Jesuitas de G.”. Otro atisbo a la locura, en este caso a la que arrastra el arte. Un auténtico culebrón folletinesco y ciertos aires autobiográficos pero nada de fantasía.
“La Casa Vacía”. Otro cuento de locura, un tema muy tratado por el Hoffmann, pero en este caso destacaría lo bien que está creada la atmósfera de misterio que envuelve la casa y los pocos datos que se dan para intentar entender lo que está pasando. Un increíble tour de force que se cierra con auténtica maestría.
“El Sanctus”. Una curación milagrosa, de los más discretos.
“Los Autómatas”. Un cuento problemático. Lo que se lee fascina pero le deja a uno perplejo, no hay principio ni final, sólo la descripción (eso si, magnífica) de una exhibición de autómatas y ciertos misterios que envuelven a los personajes. Uno no sabe si esto es debido a la impericia del autor, al gusto romántico por la historia inacabada o, más bien, a que lo que falta aparece en el cuento marco que engloba a los demás del tomo “Los Hermanos de San Serapión”.
Tomo 2: “Bárbara Roloffin”, Brevísimo cuento que narra un suceso real de brujería en el Berlín del siglo XVII. Un atisbo entre la antropología y la historia a una época. Muy logrado.
“El Huésped Siniestro”. Un folletín de amores contrariados que recuerda vagamente a los relatos de Kleist. La gracia está en la presencia de otro malvado hipnotizador que casi se sale con la suya.
“Afortunado en el Juego”. Sin nada de fantasía pero un buen análisis de la ludopatía.
“Vampirismo”. De lo mejor de la antología. Una cruda e impactante historia de vampiros que deja a Le Fanu y Stoker a la altura del betún.
“Historia de Fantasmas”. El título lo dice todo. Discreta pero simpática.
“La Marquesa de Pivardiére”. Nada de fantasía, más bien un policíaco que se adelanta a Poe y a otros muchos a la hora de mostrar un falso culpable.
“Datura Fastuosa”. Recomendable historia de amores traicionados y ambición, el sexo como causa inevitable de perdición y un jardín maligno donde los haya. El último cuento escrito por Hoffmann. Lastima.

lunes, noviembre 13, 2006

Ignotus 2006

Vuelvo a echarle morro a la vida y de nuevo saqueo sin contemplaciones el blog de Fidel para copiar la lista de los premios Ignotus:

MEJOR NOVELA
Danza de tinieblas, de Eduardo Vaquerizo (Minotauro) **

MEJOR NOVELA CORTA
”La traición de Judas”, de Joaquín Revuelta (Artifex, Bibliópolis)

MEJOR RELATO
"Días de otoño", de Santiago Eximeno (Galaxia, Equipo Sirius)

MEJOR ANTOLOGÍA
Ven y enloquece, de Fredric Brown (Gigamesh) **

MEJOR LIBRO DE ENSAYO
Idios Kosmos, de Pablo Capanna (Grupo AJEC)

MEJOR ARTICULO
”Crónicas Marcianas”, de Alfonso Merelo (Vórtice en Línea 6, Ediciones Parnaso)

MEJOR ILUSTRACION
Portada de Gigamesh 41, de Alejandro Terán (Gigamesh)

MEJOR PRODUCCION AUDIOVISUAL
Cálico Electrónico (Web), de Nikodemo Animation

MEJOR TEBEO
“La legión del espacio” - Alfredo Álamo-Fedde (El Sitio de Ciencia Ficción)

MEJOR OBRA POETICA
“On / Off”, de Gabriella Campbell (Vórtice en línea 7, Ediciones Parnaso)

MEJOR REVISTA
Asimov CF (Robel)

MEJOR NOVELA EXTRANJERA
Tormenta de Espadas, de George R. R. Martin (Gigamesh)

MEJOR CUENTO EXTRANJERO
“El sumidero de la memoria”, de Mike Resnick (Gigamesh 42, Gigamesh) *

MEJOR SITIO WEB
Sitio de Ciencia Ficción, de Fco. José Suñer Iglesias (www.ciencia-ficcion.com)

** Ganador de los I Premios Xatafi-Cyberdark de la crítica de literatura fantástica.
* Finalista de los I Premios Xatafi-Cyberdark de la crítica de literatura fantástica.

Bien, primero un apunte personal: he perdido :( Me explico, Jabberwock, donde colaboro, no ha conseguido ningún galardón lo que realmente es una pena ya que se trata de una iniciativa editorial, cuando menos, arriesgada. Un empujoncillo no le hubiese venido mal. Reconozco que “Idios Cosmos” de Capanna era prácticamente imbatible pero, y sin ánimo de faltarle al respeto a nadie, también creo que Disch es mejor que Merelo, pero bueno, nunca llueve a gusto de todos.
En cuanto al resto de las categorías hay una cosa que queda clara y es que Eduardo Vaquerizo es el gran triunfador del año y me alegro por que su libro es valiente y se atreve a tutear a los autores de fuera en el difícil campo de la ucronía, así que bien se merece todo el reconocimiento que esta recibiendo. En especial si recordamos que perdió la final del Minotauro más por un cálculo editorial mercantilista que por una cuestión de calidad.
Si cotejamos estos galardones con los de Xatafi-Cyberdark puede observarse unas diferencias de lo más interesantes. Hay coincidencia en el libro de Vaquerizo pero poco más. También repite premio la antología de Brown pero es que, de nuevo, nos encontramos ante un libro incontestable. En cuanto a relato extranjero, bueno han premiado a un finalista así que la cosa por ahí tampoco ha ido mal.
Lo llamativo surge en cuento nacional y novela extranjera. En el caso de Martin creo que queda claro que una cosa es lo que la crítica pueda decir sobre la calidad de determinadas novelas y otra muy distinta lo que el público elija como un producto atractivo. No descubriremos la pólvora si decimos que el libro de Martin es sobresaliente pero tampoco conviene olvidar que, en el fondo, no deja de ser un producto no muy original ni novedoso (aunque adictivo). Hubiera preferido una mayor amplitud de miras por parte del público y que se premiase a obras mejor escritas como las de Ishiguro, Mitchell o Roth, o más arriesgadas y novedosas como la gran, e injustamente olvidada, “Jonathan Strange y el Señor Norrell” pero las cosas son como son y, al final, se elige lo que se elige, y queda claro que el fandom prefiere lo que prefiere, productos de consumo interno antes que obras de miras más amplias. Eso en si no es ni bueno ni malo es, simplemente, lo que hay.
Y lo mismo podría decirse en el caso de la narrativa corta en castellano. El cuento de Luengo que se premió en Xatafi-Cyberdark bebe más del realismo mágico sudamericano a lo Borges o Cortazar que de la ciencia ficción o el terror estadounidenses como hacen Revuelta o Eximeno. Así que de nuevo volvemos a encontrarnos con lo que he expuesto anteriormente: un producto de consumo generalizado o un producto de consumo para el ghetto y gana el ghetto. Lo dicho ni bueno, ni malo, simplemente significativo.
En fin, que se podría hablar de la eterna dicotomía entre crítica y público al comparar ambos premios pero este es, en el fondo, un debate absurdo, principalmente por que aquí no hay una crítica profesional y especializada como tal sino un grupo de aficionados con un pelín más de descaro (o jeta) a la hora de publicitar sus opiniones. Eso si, opiniones que, visto lo visto, son un tanto minoritarias.

jueves, noviembre 09, 2006

"Opiniones del Gato Murr" de E. T. A. Hoffmann


Probablemente, esta sea la obra maestra de Hoffmann y, paradójicamente, una de las menos conocidas en España. Frente a la media docena de ediciones de “Los Elixires del diablo”, claramente inferior, y las incontables y fragmentarias de sus cuentos, apenas hay un par de “Opiniones del Gato Murr”, la última de 1997 y ya algo difícil de encontrar.
Ayuda a esto, quizás, la complejidad y rareza del libro, algo que fue percibido nada más publicarse en 1819 y que confundió a la crítica hasta bien entrado el siglo XX cuando las vanguardias habían hecho comunes muchas de las innovaciones creadas por Hoffmann.
A grandes rasgos, “Opiniones del Gato Murr” es la doble biografía de dos artistas, el gato que da título al libro, un pedante literato acomodaticio y el músico Kreisler, prototipo del artista romántico torturado y que da todo por su arte. Pero lo que llama poderosamente la atención en una primera lectura es la original presentación formal de la obra. Se supone que Murr, al mandar su autobiografía a la imprenta, ha utilizado trozos de otro libro, una biografía del músico Kreisler, como papel secante mezclándolos con su original. De esta forma, el libro resultante es una suma desordenada de los dos. Lo que en la práctica se traduce en que cuando llevamos unas cuantas páginas leyendo las aventuras de Murr de repente, y de forma abrupta, aparece un fragmento de la vida de Kreisler que, obviamente, bien poco tiene que ver con la del gato (aunque hay un nexo de unión entre ambos, el maestro Abraham, dueño de Murr y amigo de Kreisler).
Esto, para en lector bregado en las complejidades de la novela del siglo XX, no debería de ser muy complejo (a bote pronto me recuerda vagamente a Vargas Llosa y su “Conversaciones en la Catedral”) pero para los clásicos alemanes de principios del XIX se tornó en casi jeroglífico, hasta el punto que en una edición de principios del XX se permitieron el lujo de separar y juntar ambos fragmentos, presentándolos como dos obras diferentes (¿?). Bien, como disculpa hay que decir que aparte de Sterne con su “Tristam Shandy” pocos precursores había de semejante audacia.
Las dos historias propiamente dichas guardan también sus puntos en común. Murr y Kreisler son dos artistas totalmente diferentes, filisteo y comercial el gato y entregado y pasional el humano. En cierta forma, pueden verse como una metáfora de las dificultades del artista para adaptarse a la vida normal o como una alegoría de la vida del propio Hoffmann, músico y escritor de noche y eficiente funcionario de justicia de día. El hecho de que Kreisler roce la locura y todo él sea un exceso frente a la cómoda y burguesa vida del gato Murres una cristalina toma de postura de Hoffmann ante esa dicotomía tan romántica de la vida o el arte.
Pero “Opiniones del Gato Mur” es muchas más cosas, es un libro tremendamente divertido, en especial la vida de Murr, una sátira descarada a los bildungsroman, o novelas de aprendizaje, inauguradas por Goethe con su “Wilhelm Meister. Pera la risa, contagiosa e inteligente, aparece por muchos otros sitios. Las historias que cuenta Ponto, un perro amigo de Murr, son una descacharrante crítica al modo de vida burgués e hipócrita de esa época y, prácticamente, de cualquier época. Además, Hoffmann no duda en hacer también una ingeniosa crítica política contra los excesos represores de la Restauración que veía revolucionarios debajo de las piedras. La cofradía de gatos estudiantes de Murr que es perseguida por sus “peligrosas serenatas nocturnas” es una evidente crítica a los excesos policiales de aquellos años.
Incluso en la parte de Kreisler hay un decidido ataque a la monarquía absoluta casi fenecida que daba sus última bocanadas. La figura del Príncipe Iraneus que ha perdido su minúsculo reino a manos de Napoleón (algo que le ocurrió en la realidad a más de un dignatario alemán tras la derrota de Prusia en 1806) pero que lo ha reconstruido en su propio palacio (una miniatura de una miniatura, ahí es nada) roza el esperpento a niveles casi kafkianos.
Finalmente, y como no podía ser de otra forma, la historia de Kreisler, aparentemente más seria, toca muchos de los temas habituales de Hoffmann. Un mago experto en autómatas, intrigas cortesanas, misterios sin resolver, vidas atormentadas por pecados pasados, conjuras monacales, amores imposibles, el sexo como elemento corruptor del que es imposible escapar, locura,... Insisto, temas que abundan en sus cuentos y en “Los Elixires del diablo” pero que aquí se presentan de una forma innovadora y fascinante. La historia de Kreisler no tiene principio ni final. Recordemos que estos fragmentos son trozos sacados al azar de ese libro destripado por Murr para sus propios fines y, cual obra dadaísta, el azar ha hecho que falten muchas cosas y que las lagunas sean insondables. Sin ánimo de parecer poco original pero la mejor metáfora que se me ocurre para esta parte es la del queso de gruyere por que, efectivamente, hay un número increíble de agujeros que sólo pueden ser cubiertos con la imaginación del lector.
Y esto es lo que hace fascinante al libro por qué podemos intuir que pasan o han pasado muchas más cosas de las que se cuentan pero debemos de ser nosotros los que con nuestra propia imaginación rellenemos las piezas que faltan en este puzzle. El hecho de que el libro no finalice y que todas las intrigas queden en el aire es uno de los coitus interruptus mas brutales y desoladores que me he encontrado en mi vida (y no sólo en la literaria ;)
En fin, como ocurre últimamente en este blog, un libro un poco desconocido y antiguo pero que realmente merece el esfuerzo de descubrirlo.

jueves, noviembre 02, 2006

Cesar Mallorquí y Yo (Modestamente)

Vamos por partes, a Cesar Mallorquí sólo le he visto una vez en mi vida y de refilón y jamás he cruzado una palabra con él. Obviamente, él no sabe ni quien soy y, por supuesto, ni mucho menos me pretendo comparar con su figura, el es Alguien (con mayúsculas), servidor nada o casi nada.
Y, con todo, en este mundillo nuestro de la ciencia ficción somos cuatro gatos y, al final, nos acabamos cruzando de una forma u otra. En este caso de una manera bastante curiosa.
Por si no lo saben (y seguro que no) en la reciente re-edición del clásico de Roger Zelazny “Tú, el Inmortal” por parte de Biblioplis, se incluye un extenso trabajo sobre el libro titulado “Tú, el Inmortal. Más que una Trepidante Novela de Aventuras” y cuyo autor es servidor de ustedes.
Y resulta que en el último número de Gigamesh (el 43), Cesar Mallorquí reseña dicha obra y asegura: “Creo que Iván Fernández se equivoca cuando en el (por lo demás brillante) ensayo sobre la novela, sostiene que el modelo usado por Zelazny para configurarla fue el independentismo sionista. No: el modelo fue la Europa de posguerra y el colonialismo diplomático estadounidense”.
¡Ay! ¡Qué gusto! Cesar Mallorquí no está de acuerdo conmigo pero señala que mi ensayo es “brillante”. De verdad, de verdad que me ha dado un gustito casi sexual, que un escritor tan estupendo como Mallorquí hable bien de uno colma muchos de mis sueños como modesto friki crítico-reseñador.
Una pena que no este de acuerdo con una de mis conclusiones aunque leída su extensa crítica (donde explica a fondo su teoría) he de reconocer que me ha medio convencido. Me explico, sus tesis son bastante reveladoras y aún me doy de palos por no haberlas visto antes pero creo que el libro de Zelazny (como ya indiqué en mi estudio) es lo suficientemente complejo como para permitir más de una lectura, incluida la mía. Así que ambas posturas más que antagónicas son complementarias.
En cualquier caso, si a alguien le parece interesante el debate ya sabe, con comprarse el libro y la revista tiene a su alcance ambas argumentaciones y a partir de ahí que cada uno saque sus conclusiones.