miércoles, agosto 24, 2005

El cuento de ciencia ficción en el siglo XIX (II)

Aquí presento una lista de los mejores cuentos de ciencia ficción escritos y publicados en el siglo XIX. Un par de puntualizaciones: he decidido seguir un criterio cronológico de cara a la selección que sabía de antemano que no acaba de funcionar. En efecto, hay muchos autores, como Wells, Kipling, London o Conan Doyle, a caballo entre ambos siglos y es muy difícil diferenciar un cuento suyo escrito en 1890 de otro elaborado en 1910. Algún día, hare otra lista con los cuentos publicados entre 1900 y 1939 (justo antes de que Campbell revolucionase la ciencia ficción) para hacer justicia del todo a autores como estos.
Además, solo hago mención de cuentos traducidos al español. Evidentemente, no es el mejor sistema de trabajo pero dadas mis habilidades lingüísticas no veo que haya otro.
En fin, ahí va la lista y, de principio, resulta curioso observar que hay muy pocos relatos de principios o mediados de siglo, hay que esperar hasta 1880 para que su número se multiplique. Un ejemplo de como las nuevas ideas tardaron en calar a pesar de todo.

Mary Shelley – El mortal inmortal (1834) “Frankenstein” no fue la única incursión en la ciencia ficción de la británica y este maravilloso cuento sobre la inmortalidad aunque muy gótico aún ya presenta las semillas de lo que iba a ser el nuevo genero.

Edgar Allan Poe – La incomparable aventura de un tal Hans Pfall (1835) Poe y la ciencia ficción no acaban de encajar del todo. El padre del terror moderno no se acaba de sentir cómodo en un género tan racional, de ahí que sus cuentos de anticipación sean más bien humorísticos y puedan verse como una crítica a la ciencia y sus excesos, algo que resulta de lo más refrescante.

Nathaniel Hawthorne – La hija de Rappaccini (1843) Mi preferido, una fábula gótica siniestra y oscura, una reflexión sobre la misantropía y el orgullo pero, además, una de las primeras muestras del tema del científico loco cuyos experimentos van más allá de lo permitido por las leyes divinas.

Fitz James O’Brien – La lente de diamante (1858). El cuarto perdido (1860) Que O’Brien muriese en 1861 en la Guerra de Secesión antes de cumplir los 30 años solo puede calificarse de trágico. Si hubiera vivido más tiempo hubiese revolucionado el género y lo hubiera adelantado 50 años. Sus ideas son de una modernidad apabullante, aquí, en sus cuentos más conocidos, nos recrea por primera vez la idea de que un átomo puede contener todo un universo o la posibilidad de que existan múltiples dimensiones. Ahí es nada.

Julio Verne – El experimento del Doctor Ox (1871) Verne fue el escritor más famoso del XIX y se le considera uno de los padres de la ciencia ficción. La mayoría de su obra se escribió en formato largo pero esta novela corta es una de sus perlas más olvidada. El citado experimento convierte a los pacíficos habitantes de un plácido pueblo flamenco en una horda sanguinaria de nuevos bárbaros. El tono es burlón y Verne logra divertir a la vez que asustar mientras critica el espíritu belicista de su época.

Sir George T. Chesney – La Batalla de Dorking (1875) Chesney escribió sobre una invasión alemana de Inglaterra de una forma real y convincente (fue militar toda su vida y eso se nota), y aunque todo estaba basado en la tecnología de la época, de una patada creo la ciencia ficción militarista (tan querida por gente como Heinlein y Pournelle), el “near future” y el relato de aviso basado en la premisa “si esto continua…”

José Fernández Bremón – Un crimen científico (1875). M. Dasant médico aerópata (1879) España se encontraba a la cola de la ciencia ficción mundial, lógico si pensamos en el secular atraso educativo, científico y tecnológico de nuestro país. Releer a nuestros clásicos del genero da pavor de lo malos que son: didácticos hasta la extenuación y meros clones de segunda de Verne. Por suerte, Bremón salva la honra patria. Estos dos cuentos son dos joyas inigualables. Llenos de sentido del humor, intriga y un ritmo vertiginoso. El primero trata sobre un médico y sus experimentos para devolver la vista a los ciegos, tiene aun un marcado aire gótico. El segundo es la historia de un gigantesco y rentable timo. Picaresca a la última. Lo mejor de Bremón es que nunca se toma en serio a si mismo.

Edward Page Mitchell – El reloj que marchaba hacia atrás (1881) Mitchell, hoy olvidado, fue el Campbell del XIX, un editor lleno de trabajo pero con una imaginación de una fertilidad asombrosa. Cuando no lograba contagiar a alguno de sus colaboradores el mismo escribía el cuento y, cosa rara, le solían salir de ciencia ficción. Sus ideas se adelantaron varios años a los logros de otros autores más famosos. Aquí, por ejemplo, recrea un viaje en el tiempo antes que Twain y Wells.

Grant Allen – La catástrofe del Valle del Támesis (1884) Otro ilustre desconocido que en su época cosechó fama y dinero como escritor. Desde luego, Allen poseía un tremendo sentido del ritmo y una acertada capacidad especulativa. Además, inventó el género catastrofista al narrarnos en este cuento como una repentina erupción volcánica arrasaba Londres. A partir de aquí, todo escritor ingles que se precie ha destruido la capital de su país de una forma u otra.

Guy de Mauppassant – El horla (1885) Un relato inquietante obra del mayor cuentista (junto a Chejov) de todo el XIX. Es curioso observar como la crítica seria siempre ha obviado el carácter fantacientífico de esta narración que no solo cuenta un proceso de locura si no la aparición de una nueva raza de mutantes dispuesta a adueñarse del mundo.

J. – H. Rosny Aine – Los Xipehuz (1887) Probablemente sea el cuento más pobre de toda la selección. Este escritor belga (famoso por su novela prehistórica “La guerra del fuego”) no es precisamente un estilista. Pero aunque le falta clase, le sobra en cambio fuerza, dramatismo e imaginación. De esta manera nos cuenta por primera vez como una raza extraterrestre intenta invadir la Tierra. Solo por ser el padre de semejante idea merece la pena que esté aquí.

Ambrose Bierce – Desapariciones misteriosas (1893) Bierce fue un escritor satírico, de misterio y de terror. La ciencia ficción, como tal, poco tenia que ver con su oscura imaginación. Sin embargo, de vez en cuando, algún cuento de este estilo salía de su pluma. Como este supuesto reportaje periodístico donde aparece casi por primera vez el tema de las dimensiones paralelas. Resulta tan convincente que hasta alguna vez ha aparecido en algún libro “serio” de ufología y esoterismo.

Arthur Machen – El gran dios Pan (1894) Machen es otro autor de terror cuya inclusión aquí puede resultar extraña. Precursor de Lovercraft y fundador del llamado terror preternatural, subgénero éste de un marcado carácter cienciaficcionero. Lo más seguro es que estemos ante su mejor y más famoso cuento, una muestra de como entidades extrañas y malignas habitan junto a nosotros y nos amenazan ¿dioses o seres extraterrestres o extradimensionales? En cualquier caso, la protagonista de la historia accede a ellas gracias a una operación quirúrgica como parte de un experimento científico…

Arthur Conan Doyle – El parásito (1894) El autor de Sherlock Holmes fue algo más que un cultivador de la novela detectivesca. También trabajó con éxito géneros como el terror, el misterio, el fantástico, la novela histórica o, como no, la ciencia ficción. De entre sus muchas narraciones de este tipo destaca esta novela corta donde una hipnotizadora y médium con poderes que hoy calificaríamos de telepáticos se hace con la voluntad de un pacífico profesor. Escalofriante y conseguida muestra del cuento popular de fin de siglo.

Robert Chambers – La mascara (1895) El tercer autor de terror clásico que aparece aquí. En este cuento, como en muchos otros, el terror se ve teñido de ciencia ficción, en este caso con la ya vieja idea del experimento que sale mal, eso si, con un carácter romántico realmente conseguido y una ambientación decadente y fin de siglo de lo más lograda.

H. G. Wells – La historia de Plattner (1896). En el abismo (1896). La bola de cristal (1898) Como fin de fiesta, tres relatos del autentico padre de la ciencia ficción moderna y de uno de sus mayores exponentes. Wells es el último de los escritores decimonónicos y el primero de los modernos. Un autentico puente entre ambos mundos y poseedor de un estilo depurado, sencillo y muy efectivo. De su enorme producción es difícil destacar una historia por encima de otra, estas tres son una buena muestra de su primeros y mejores trabajos: una nueva historia de viajes extradimensionales, una increíble exploración submarina y un atisbo muy sugerente al planeta Marte ¿Que más se puede pedir?

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

lun oct 05, 03:35:00 a. m. 2009  

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