miércoles, agosto 31, 2005

Ciencia Ficción: Principales Sub-Géneros. Espacio Interior (Ciencia Ficción Vanguardista)


En lugar de en la oscuridad, se encontró con una formidable conflagración celeste, una increíble y fantástica escena glacial. En lo alto vibraban fríos destellos de un arco iris de fuego, lanzados por rayos de pura incandescencia, despedidos por montañas de hielo sólido que se elevaban por todas partes. Más cerca, los arboles de alrededor de la casa, cubiertos de hielo, brillantes y chorreados de raras joyas prismáticas, reflejaban las vivas cascadas cambiantes de mas arriba. En vez del cielo nocturno conocido, la aurora boreal formaba un techo resplandeciente y vibrante de frío y color intensos., debajo del cual la tierra quedaba atrapada con todos sus habitantes, cercada por los infranqueables y relucientes acantilados de hielo. El mundo se había convertido en una cárcel de hielo de la que resultaba imposible escapar, todas sus criaturas atrapadas tan irremediablemente como los arboles , ya sin vida dentro de sus resplandecientes corazas.

Anna Kavan Hielo (1967).

En cierta forma, cuando Mary Shelley escribió “Frankenstein” su obra pudo calificarse de vanguardista, al igual que la del resto de los autores románticos de su generación. Tanto por temática como por estilo estos escritores eran bastante diferentes de sus antecesores neoclásicos del XVIII. Ahora bien, en el momento en que la ciencia ficción se convirtió en un subgénero popular, las experimentaciones formales desaparecieron de su acervo. Situación que se convirtió en definitiva durante la edad dorada de las revistas pulp y en obligatoria con el largo reinado de Campbell como editor estrella.
Para ver algún atisbo de las posibilidades estilísticas que la ciencia ficción permitía había que buscar fuera del género, en autores de vanguardia como Apollinaire que escribió un suculento relato (“La desaparición de Honoré Subrac”), William Burroughs y sus lisérgicas obras (“La máquina blanda”) o como la propia Anna Kavan con su novela “Hielo”, muy celebrada entre la élite intelectual neoyorkina a la que pertenecía.
La revolución vanguardista en la ciencia ficción se produjo en los años 60 con la explosión de la New Wave y de la mano de autores como Brian W. Aldiss, Michael Moorcock, J. G. Ballard, Robert Silverberg o Harlan Ellison. Desde luego, significó un cambio temático revolucionario (más orientado a los aspectos humanos y sociológicos que a los tecnófilos o fisico-químicos) pero más llamativo aún fue el cambio estilístico. Los nuevos autores escribían mejor que los anteriores y, muy a menudo, recurrían a las viejas técnicas surrealistas de escritura automática para deslumbrar a una nueva generación de lectores. Así, se llegó a despliegues tan sorprendentes como los de los cuentos de Harlan Ellison (en especial “La bestia que gritaba amor en el corazón del universo”) o las novelas de Brian W. Aldiss como “A cabeza descalza” (donde se describe una Europa arrasada por bombas de LSD) o “Informe de probabilidad A” (que imitaba a la ”nouvelle roman” francesa en boga en estos años). La generación de Heinlein, Asimov, Van Vogt y demás tuvo que batirse en retirada e incluso algunos de ellos sucumbieron a los nuevos cambios no sin cierto éxito (Poul Anderson y su cuento “El canto del chivo”).
Ciertamente los excesos fueron muchos (“Hijo del hombre” de Silverberg o “A la deriva en los islotes de Langerhans” de Harlan Ellison) y el publicó se hartó de semejantes pajas mentales. Para mediados de los 70 la ortodoxia estilística volvía a campar a sus anchas. Únicamente podemos encontrar algo del antiguo destello de delirio nuevaolero en algunos cuentos determinados dedicados a un público exigente a la par que escaso o en algún que otro capitulo desenfrenado de ciertas novelas de autores muy concretos (M. Jhon Harrison o William Gibson) En cierta forma una pena, aunque difíciles y a menudo exasperantes, algunos de estos experimentos, sobre todo en formato cuento, tenían un encanto especial imposible de encontrar en nuestros días.